21 abril 2009

...ya he leído: La Orestiada, de Esquilo




Agamenón comienza con un prólogo donde un centinela transmite la caída de Troya, señal de alegría, y los malos presentimientos de los griegos por el sacrificio de Ifigenia, el odio de Clitemnestra, la guerra como castigo de Zeus a Paris, la sangre derramada,etc. Agamenón procede de la familia de los Atridas, de una estirpe maldecida y está obligado a pagar en su vida,siendo comandante de los griegos que deben atacar Troya para cobrar revancha de Paris que ha roto las sagradas reglas de la hospitalidad, encuentra a los 30.000 griegos embarcados, pero sin vientos para partir de Aulide. Calcas, el adivino, le dice que tiene que sacrificar a Ifigenia para que haya vientos. Duda pero al final dice: ” Que sea para bien”. Y luego Agamenón vuelve a Argos con su botín de guerra, que es Casandra y el oro y la fama. Allí lo espera Clitemnestra y su amante Egisto, primo de Agamenón y lo matan en el baño, lo sacrifican como a un toro, una muerte indigna para tan gran capitán.
En Las Coéforas Orestes venga la muerte de su padre matando a su madre y al amante (Egisto), y se decide por este acto después de resolver el doble dilema que se le presenta: obedecer al dios Apolo, y continuar la tradición familiar de asesinatos, o respetar la sangre materna desoyendo, por tanto, el mandato del dios. Después de ejecutar la matanza, Orestes, al igual que Clitemnestra, justifica su acción pero más tarde, presa de las furias, las Erinias, tres divinidades que representan la venganza. Orestes se refugia en el templo de Apolo donde hace ritos de purificación, pero la Erinias, ancestrales fiscales de la sangre, consideran insifuciente todo rito y Orestes es llevado a juicio. Son doce divinidades y preside el tribunal, la diosa Palas Atanea. El cargo es simple: “matricidio”. Las fiscales son las Erinias y el abogado defensor es el dios Apolo, excelso dios solar que preside los oráculos en Grecia.
En Las Euménides Apolo concede su ayuda a Orestes, refugiado en su santuario, enviándole a Atenas en compañía de Hermes, donde encontrará jueces que solucionarán su caso. Allí es liberado por el tribunal del Areópago gracias a la intervención, además, de Atenea y Zeus, quién rompe así la cadena familiar de culpas y castigos. Es un final feliz donde el poder de Zeus se manifiesta bajo la comprensión y el sufrimiento, estableciendo esto como ley para los hombres. También para las furias o Erinias/Furias, poderes funestos y demoníacos que pasan a convertirse en las benefactoras divinas de la ciudad de Atenas, recibiendo sobradas pompas, y pasando a llamarse, recién aquí, Euménides.

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